Hacer una pausa
- clausmikosch
- hace 2 días
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Me siento encima de la cama, agotado de tanto correr. Los días vuelan y la lentitud parece que se está escondiendo. Nueva información llega a cada segundo: nuevas ideas, nuevas charlas, nuevas obligaciones. Algo en mí anhela un respiro, pero mi mente es estricta. Sigue adelante , dice, no hay tiempo para descansar.
En muchos países, al menos en el llamado mundo occidental, los restaurantes se están adaptando al ritmo acelerado de la vida moderna. A los clientes se les asignan turnos, y una vez transcurridos los 60 o 90 minutos, los siguientes clientes ya esperan con impaciencia su turno. Atrás quedaron los días en que los restaurantes hacían honor a su nombre: restaurar a un estado anterior. Literalmente, descansar.
¿Por qué se ha vuelto tan difícil simplemente hacer una pausa?
Todavía recuerdo cuando un calendario era una colección de doce fotos colgadas en la pared. Solo quienes tenían una agenda apretada llevaban una agenda encima. Mi padre tenía una, ya que tenía varias reuniones de trabajo al día. Hoy en día, parece que la mayoría de la gente no sobreviviría sin su calendario digital en el bolsillo. ¿El resultado? Si quiero visitar a un amigo, tengo que rezar para tener una cita a finales de la semana siguiente. ¿Espacio para la espontaneidad? Pues no. ¡Hasta los niños usan Google Calendar!
A veces oigo mi voz interior pidiéndome que baje el ritmo y que pare. Pero mi mente insiste: ¿Seguro que no hay nada que hacer? Busco mi agenda, la miro rápidamente y, por lo general, encuentro algo que me distrae de un posible momento de inactividad. Si no tengo ninguna tarea anotada, a menudo me distraigo con la culpa, porque en un mundo tan ajetreado, no hacer nada se siente mal.
En uno de mis libros del Pequeño Buda dice: «Al no hacer nada, aprendes a amar el vacío». Escribí estas palabras hace muchos años, y aun así, yo también sigo aprendiendo su mensaje. Porque la ficción inspiradora que escribo no se basa en logros perfectos, sino en mis propios procesos. Estoy procesando los aprendizajes tanto como quienes leen mis libros.

Y así sigo aprendiendo a aceptar lo que se me presente. Sin intentar cambiar lo que sucede, sino practicando la aceptación. Bajando el ritmo y dejando que el momento simplemente sea. Y entonces me pregunto:
¿Qué pasaría si me permitiera hacer pausas más a menudo?




