Los afortunados
- clausmikosch
- 5 jun
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 jun
Durante muchas décadas, todo parecía ir a mejor. Los niños crecían con más recursos que sus padres, y la paz se estaba convirtiendo en la norma. Al menos en Europa era así - en lugares como el Congo y Gaza, la guerra y la pobreza han prosperado desde hace mucho tiempo ya.
Hoy, ya sea que vea las noticias o mire al cielo, el panorama no es muy prometedor. Astrológicamente, se habla de una energía bélica ardiente y revolucionaria en aumento, haciendo comparaciones con la época de la Revolución Francesa. Mientras tanto, la OTAN se prepara para exigir que todos los miembros dediquen el 5% de su PIB a defensa. Los gobiernos dicen que la gente debe prepararse para la guerra, y parece que, hoy en día, es aceptable ignorar los genocidios.
¿Para qué engañarme? No, no pinta bien.

A veces me quedo perplejo ante lo absurdo de todo esto, ante el hecho de que, en realidad, no tenía por qué ser así. Tenemos todos los medios para vivir felices y saludables, juntos, todos, en el mismo planeta Tierra. Me entristece profundamente saber que la mayor parte del sufrimiento actual es autoinfligido. No son dioses crueles, ni asteroides, ni plagas letales - los humanos somos los responsables.
Aquí está la parte deprimente: Puedo dar mil pasitos y cambiarme, pero a gran escala, no puedo hacer mucho, o incluso nada. El autobús, con sus ocho mil millones de pasajeros, va desbocado, y solo puedo adivinar qué se esconde tras la oscura curva a la que nos dirigimos. Los frenos están rotos y la impotencia es la sensación dominante.
¿Y la parte feliz?
Para muchos, no hay una parte feliz. Para las familias de los rehenes que aún viven en algún túnel bajo Khan Yunis, en Palestina, ¿cómo podría haber una parte feliz? O para la madre rusa que acaba de perder a sus dos hijos en un ataque ucraniano. O para los niños que trabajan en las minas de oro en Mali , con exposición diaria a químicos tóxicos y sin esperanza.
Y luego están los demás. Yo, y probablemente vos también. Puede que luchemos con las enfermedades, la inflación, las intolerancias, el dolor, el miedo, la frustración y las locuras del mundo, pero aun así: para nosotros, hay una parte feliz. Somos los afortunados.
Podemos comprar en supermercados repletos, dejar un trabajo y buscar uno nuevo, perseguir nuestros sueños, mudarnos a otro país e incluso irnos de vacaciones. Y lo más importante, podemos elegir crear momentos de belleza y paz. No siempre, pero a veces.
Sólo tenemos que recordar.
El 9 de junio, Júpiter, el planeta del crecimiento y la gratitud, entrará en el signo de Cáncer y permanecerá allí durante un año. Cáncer es un signo de agua que simboliza el hogar, la protección y el pasado. Es momento de recordar los buenos momentos llenos de amor y cariño, y de alimentar nuestro optimismo para el futuro. De abrazar a la tribu, ya sea un pueblo entero o una sola persona. De ser generosos con compasión. Y si todo sale mal en el mundo exterior, refugiarse en el puerto seguro de un viaje interior.

La guerra amenaza, la IA se acelera, los árboles mueren. Pero también está el esperanzador Júpiter. Y en momentos en que ni siquiera Júpiter puede ayudar, mi mente se dirige a los niños que trabajan en esas minas de oro tóxicas. Intento imaginar cuánto les encantaría tener mis oportunidades. Y entonces me pregunto: ¿no sería un pecado desaprovechar esas oportunidades?
Eso no significa que me alegre automáticamente al pensar en la miseria que otros tienen que soportar, ni mucho menos. Pero no puedo negar que este cambio de perspectiva hace que mi propio sufrimiento parezca un poco menos importante.
Porque sí, somos los afortunados.
