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La ciencia de los abrazos

  • clausmikosch
  • 20 sept
  • 3 Min. de lectura

Conducía por la autopista A4 de Madrid a Andalucía. Llanuras secas se extendían a izquierda y derecha, y delante de mí se abría una línea recta interminable, sin una sola curva a la vista. Durante mucho tiempo solo se oían los baches de la carretera y el rugido del motor. Había ruido, pero parecía silencio. Entonces encendí la radio.


Un psicólogo hablaba de los últimos estudios en los que había participado. ¿El tema? Abrazos.


Decía que los abrazos liberan la hormona del amor, la oxitocina, reduciendo el estrés y bajando el cortisol. Esto, a su vez, fortalece el sistema inmunitario y disminuye la inflamación. Cuatro abrazos al día son necesarios para sobrevivir, ocho para sentirse bien. La ciencia lo confirma: abrazar es saludable.


Un Porsche pasó a toda velocidad a mi lado. Y me pregunté: ¿por qué necesitamos a la ciencia para afirmar lo obvio?


Hoy en día todo se mide. Incluso el amor. Pero ¿es realmente una señal de progreso que empecemos a academizar los abrazos? ¿Necesito pruebas de doble ciego para confirmar que al abrazar a otro ser humano se generan sentimientos de conexión y seguridad?


La ciencia es asombrosa. Sin ella no tendría un coche para conducir ni un teclado para escribir estas palabras. Pero, lamentablemente, la ciencia se ha convertido en un culto. En una obsesión. En una nueva religión.


Es bastante notable cómo la narrativa del Dios todopoderoso de blanco se ha colado en nuestras vidas, manipulando nuestro juicio y destruyendo nuestra confianza. Estuve a punto de abandonar la astrología porque no podía explicarla – aunque los movimientos de los planetas me mostraban, una y otra vez, que algo realmente poderoso estaba presente. ¡Que todo está conectado! Pero las dudas se instalaron: Si no puede medirse, me habían dicho muchos maestros, entonces no puede existir. Ni la belleza. Ni la magia. Ni Dios.


La carretera se extiende como si fueran raíles, y avanzamos hacia una matriz distópica gobernada por máquinas. La única salida sería reducir la velocidad y detenerse. Pero, por supuesto, eso no ocurrirá.


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Es una trampa – porque no todo es malo. Por ejemplo, me encanta ChatGPT, y lo utilizo bastante. No para escribir, pero para investigar y corregir. Y sin embargo veo una nube muy oscura cerniéndose sobre nosotros. Una nube que me recuerda los peligros de la obsesión científica. Porque solo por el hecho que hoy todo se mide puede existir una entidad más peligrosa que la energía nuclear: la Inteligencia Artificial.


Sí, estoy profundamente preocupado: ¡no estamos preparados para la IA! Desde la perspectiva astrológica, el revolucionario y progresista Urano apoyará la intensa energía transformadora de Plutón durante los próximos cuatro años. En otras palabras: nos espera, muy probablemente, un viaje turbulento – y la mayoría de nosotros no lleva cinturón.


Mientras nos lanzamos hacia un mundo cibernético, quizá valga la pena recordar que los abrazos no necesitan ser probados en un laboratorio. Ni siquiera necesitan ser explicados. ¡Quieren sentirse y experimentarse! No hacen falta palabras para describir su poder y su maravilla.


Apagué la radio. La carretera estaba tan vacía como la tierra que la rodeaba. Ruido silencioso y la gran nada. El día que perdamos la capacidad de simplemente permanecer con un sentimiento profundo, pensé, ese día será el final. No necesariamente el final de la ciencia o el final de los abrazos, sino el final del alma humana.



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